Joyas en el tiempo – Resplandor infinito

  • ivanreverie
  • marzo 28 , 2024
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Inspiración de poetas, símbolo de feminidad, emblema de poder, virtud y pureza, joyas que revelan sublime personalidad, arrogancia, y esplendor.

 

Hay joyas con historia, y en ocasiones se hilvanan leyendas  de amor, de  pasión, altivez y tragedia. En este caso, un grupo de alhajas  que marcan las colecciones más exclusivas través del siglo XX.

 

Cleopatra, la última reina egipcia, decoraba sus brazos y cabellera con brazaletes, tiaras y gargantillas de serpientes según sus retratos en el antiguo Egipto y a través de la historia en decenas de películas que relatan su vida. En 1962 Elizabeth Taylor interpreta “Cleopatra” inseparable de su brazalete “Serpenti” para apoderarse totalmente del personaje en la pantalla, aunque  es en 1940 año en que Bvlgari lanza su primer reloj-pulsera de serpiente, la imagen del reptil es indiscutiblemente el símbolo de la prestigiosa  marca italiana.

 

Elizabeth Taylor y Richard Burton se conocieron durante la filmación de “Cleopatra” periodo en el cual comienza una desbordada pasión entre Taylor y Burton, con quien se casó y divorcio en dos ocasiones,  dejando huella en la historia con una colección de joyas que cuentan una historia de amor y pasión entre los protagonistas ; Burton la agasajó con fastuosas joyas, como el diamante amarillo Krupp y la Perla Peregrina, que antaño perteneció a Felipe II y fue reproducida por Velázquez en varios retratos reales, El Taj Mahal consiste en un diamante plano en forma de corazón, montado en rubíes y diamantes, con inscripciones en árabe de ambos lados, regalo de Burton a su amada por su cumpleaños 40. Burton dijo que hubiera querido regalarle el palacio del mismo nombre, pero que le hubiera sido muy difícil transportarlo.

 

Pero es sin duda más famoso el diamante Taylor-Burton de 69 quilates, comprado en 1969 por 1,2 millones de dólares. Ya en los años 80, Liz lo revendió por el triple y destinó el dinero a fines benéficos en África. En diciembre de 2011, fallecida ya la actriz, sus joyas y valiosos vestidos se subastaron, alcanzando cifras astronómicas.

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Ellas no fueron los únicos personajes en la historia que sucumbieron ante el esplendor de los diamantes y las alhajas, pues en los años 30 Eduardo VIII, la historia de amor  del rey que gobernó Inglaterra por 326 días, hizo derroche de su debilidad por el esplendor y la belleza, con Wallis Simpson, duquesa de Windsor, la norteamericana divorciada que robo el corazón del rey y le hizo abdicar al trono. Wallis y Eduardo reunieron una espectacular colección de extraordinarias piezas de joyería de las  más exclusivas casas joyeras europeas, al tiempo que escribían su historia de amor con ellas.

Para su compromiso, el duque regaló a Wallis, un anillo en el que hizo grabar en el interior una inscripción, «Ahora somos el uno del otro 27. X. 36», en referencia a la fecha del compromiso, el 27 de Octubre de 1.936.

Como regalo de boda, eligió un brazalete de zafiros y diamantes realizado por Van Cleef, donde también se grabó la dedicatoria «por nuestro contrato 18.V. 37»  fecha en que finalizaron los trámites previos a la boda. La duquesa de Windsor, tenía especial predilección por una pulsera con nueve cruces cristianas de esmeraldas, rubíes, zafiros y diamantes que le obsequió el duque después de haber sobrevivido a un atentado contra su vida. La pulsera, lleva la inscripción; «Que Dios salve al Rey, para Wallis. 16.VII.36»
En una ocasión, ella explicaría que cada cruz de la pulsera, era el recuerdo de un momento difícil y duro de su vida.

Las joyas, valiosas por su calidad de piedras y manufactura, reflejan además un estilo de vida y una época que los duques de Windsor representaron en el alta sociedad.
Entre las consideradas como más románticas del siglo XX, está el broche WE, un corazón de diamantes, esmeraldas y rubíes que regaló Eduardo a Wallis en su veinte aniversario.
Existe una carta en la que el duque le explica al joyero Jeanne Toussaint de Cartier, como quiere que se realice la pieza. Debería figurar el número veinte y las letras WE, que para ellos tenían un doble significado, al ser las iniciales de los dos, y también la palabra nosotros, WE en inglés, Cartier tenía que adorarlo.

Entre las piezas más excepcionales de la colección Windsor, destaca el broche “Flamenco de Cartier” hecho en 1940 por diseño y encargo del duque de Windsor, con una selección de brillantes, Rubíes, esmeraldas y zafiros. La pulsera de diamantes y ónix desarrollada como una pantera articulada que se adapta a la muñeca, en ella Cartier realizó una labor minuciosa y de estupenda complejidad, el ónix que forma las manchas, está detallado con mucha precisión, consiguiendo un efecto moteado real que encaja tanto en la pulsera extendida como arqueada en la muñeca. La pulsera fue realizada en 1952, es hoy uno de los iconos de la casa Cartier, siendo la pieza más costosa  vendida hasta hoy en cualquier subasta del mundo.

El collar “Draperie”  de oro y platino, con una amatista principal en talla corazón, otras 27 en talla esmeralda, y cabujones de turquesa, realizado por Cartier en 1947, para esta pieza, el duque de Windsor suministró todas las gemas para su creación, a excepción de las turquesas.

Y la pieza más excepcional y preferida de la duquesa, el broche del Príncipe de Gales, creado por Cartier en 1935 realizado en platino, diamantes, corte brillante y  baguette  con el emblema del príncipe, 3 plumas entrelazadas por una corona de oro amarillo y diamantes, ¡comprado por Elizabeth Taylor  en una subasta!

Espectacular, y aunque Wallis no reinó, ¡llevó joyas dignas de una reina!

Voilà!

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El nacimiento de un Mito, “La Doña de Cartier”:

La alta joyería era una de las pasiones de la actriz y era costumbre verla luciendo muchas prendas distintas al mismo tiempo, icono del estilo, fue una compradora compulsiva de Cartier y obsesiva con los reptiles, si es que hay algo más fantástico que una mujer con tremendo descaro y poderío para colgarse animales que nos comerían de un sólo bocado, una fuente de inspiración para las damas de la época, y sello distintivo de la diva, Los caballos, la buena vida y el cine eran algunos de los caprichos con que La Doña se consentía constantemente.

En 1975 Cartier desarrolló para La Doña los dos Cocodrilos engastados con diamantes y esmeraldas con función de broche o collar, que por separado, también servía como decoración para colocarlos como centro de mesa, para no lastimar el cuello al ser llevados como collar, las patas del lado interno han sido reemplazadas por motivos que simulan las patas dobladas. “quería que el cocodrilo se moviera hacia ambos lados”  algo muy difícil de lograr,  por eso, tiene doble articulación, como un animal de verdad, explicó el director de estrategia de Cartier, cual creación sin pudor alguno contiene 1,023 diamantes amarillo intenso con un peso de 60,02 quilates. Dos cabujones de esmeralda y rubí en forma navette que hacen los ojos y  más 1,062 esmeraldas que pesan más de 66,86 quilates. Poquita cosa.

Pero este no era su primer capricho. Años antes, en 1968 había pedido que le diseñaran otro collar, esta vez, en forma de serpiente. que le gustaba llevar sin ton ni son, incluso en sus películas, hecho de Platino, oro blanco y oro amarillo, 2.473 diamantes talla brillante y baguette para un peso total de 178,21 quilates, dos esmeraldas forma pera (ojos), esmalte verde, rojo y negro.

Así nacieron dos de las más grandes creaciones de la casa, actualmente ambos collares permanecen en el museo de la mansión Cartier como joyas de colección.

La Doña como inspiración: María Félix fue una de nuestras  grandes clientas y pensamos hacerle un homenaje, porque fue una clienta extraordinaria en su actitud, en su manera de ser y en su relación con la joyería, por esta personalidad que la distinguía, inspirados en las dos grandes creaciones personalizadas de la diva, Cartier lanzó unos relojes de muñeca que forman parte de la colección “La Doña” están confeccionados con oro rosado, amarillo y blanco, de 18 Kilates, el brazalete con eslabones simula la textura de la piel de cocodrilo, son piezas flexibles , como le gustaba a la Félix que fueran sus joyas.

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